Fahrenheit 451: combatir fuego con fuego

Fahrenheit 451: combatir fuego con fuego
12 de agosto de 2021

Fahrenheit 451: combatir fuego con fuego

¿Puede envejecer un clásico? Depende como lo mires, Fahrenheit 451 perdió vigencia en la era digital. O tal vez no, ya que es justamente su anacronismo lo que le da una belleza pocas veces vista a este relato de SciFi que ya lleva casi 70 años desde su publicación. 

Encuadrado en el género de las distopías, esos futuros alternativos y de pesadilla, junto a Un Mundo Feliz (Aldous Huxley 1894-1963) y 1984 (George Orwell 1903-1950) , Fahrenheit 451 decide no recorrer el análisis exhaustivo de ese régimen opresor, sino que nos brinda una declaración de amor a la libertad de pensamiento.

Su autor, Ray Bradbury (1920-2012), es conocido como "el poeta de la ciencia ficción" y ha dejado un largo legado de relatos y novelas que siguen aún hoy en el imaginario popular, tales como Crónicas Marcianas o El sonido de un trueno. Relatos melancólicos, irónicos, que nos muestran el lado sensible del progreso y los riesgos de perdernos en sus laberintos.

El relato es bello, pero no por eso es menos crudo. Ya desde el título se adelanta el drama: 451 grados Fahrenheit es la temperatura en la que arde el papel. Sí señores, estamos hablando de un libro que habla de quemar otros libros.

No voy a mentirles, si les cuentan la premisa hoy en la era digital quizás no tenga el impacto que tuvo en su momento (tal vez porque ya estamos irremediablemente inmersos en ese mundo de pesadilla). 

Sin embargo, todos recordamos aún en el imaginario colectivo la quema de libros llevada adelante por el fascismo (de cualquier país y origen) y esa imagen tiene el poder suficiente para seguir vigente incluso hoy.

No es en las acciones, si no en el corazón donde se lleva la batalla por el alma, en el lenguaje, en los signos.

Tal como descubrirá nuestro trágico protagonista, el bombero Montag, es el destino el que muchas veces se burla de nosotros y nos hace elegir entre ser humanos o ser felices. 

En este futuro gris, los bomberos no apagan incendios. Los provocan. Y no queman cualquier cosa, se especializan en libros. Pero es en ese afán de exterminar el mensajero, lo que provoca que las ideas florezcan, que se viralizen y se contagien.  

En esta visión oscura de la posmodernidad que nos ofrece Bradbury, el leer libera la mente y es por eso que se convierte en un placer prohibido. Montag lo sabe y aun así no resiste la tentación de darse ese lujo culposo. 

Porque más allá de la clave distópica de este clásico entre los clásicos, Fahrenheit es un poema de amor al libro mismo como soporte noble para enriquecer el alma. Son los libros los que hacen arder el mundo. Es el fuego lo que nos mantiene vivos.

La economía del tiempo es escasa y sufre de una competencia atroz. Bradbury lo sabe y sin más remedio planta bandera frente a la tecnología y cruza la línea para irse del bando de los perdedores, pero con honra. Lección que nos hace ver a través de los ojos del esquizofrénico bombero Montag, cuando descubre que mientras la televisión nos aliena, la literatura es una ventana al alma y nos conecta con otros.

En su nobleza, Fahrenheit 451 nos alerta de los falsos profetas aunque sabe que la batalla está perdida.  

Bradbury era un romántico sin remedio, al igual que el protagonista de su novela, quien está condenado a fracasar, primero siguiendo órdenes, luego desobedeciendo y finalmente como revolucionario. O tal vez no pierde completamente. Queda esa obstinación, ese atisbo de rebeldía que nos permite combatir fuego con fuego y soñar con que a pesar de que estar todo perdido, tal vez aún vale la pena intentarlo.

Reseña literaria de Rodrigo Martinez, gentileza de @rocketbookscomics librería especializada en cómics y novelas de terror y ciencia ficción.

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